sábado, 15 de febrero de 2014

La crisis de la derecha II



La bajada de Allamand

Cabezas de ajusticiados. Theodore Guericault



La historia de candidaturas presidenciales que se suben y se bajan en la derecha, ya tiene el aspecto de comedia. La aparente bufonada que protagoniza hace semanas, demuestra su total fracaso. La bajada de Longueira, el último capítulo de esta comedia, fue rápidamente seguida de la bajada definitiva de Allamand, aunque a estas alturas no se sabe si en la crisis de la derecha haya algo definitivo o se va a seguir hundiendo y retorciendo en medio de su decadencia.
En efecto, si la bajada de Longueira, representó la derrota de los restos del  pinochetismo, la bajada de Allamand, lo fue de la incapacidad de los autodenominados liberales de ser la dirección de la derecha. Resultó patético el espectáculo que dieron Espina, Chahuán, Lily Pérez, Karla Rubilar y el resto del espectro “liberal” poniéndose tempranamente a disposición de una candidatura de unidad de su sector, tras una de las figuras más fanáticas de la ultraderecha, como Evelyn Matthei. De nada sirvieron, aparentemente, los esfuerzos de los representantes de la aristocracia criolla, como Carlos Larraín y el Cote Ossandón. La UDI, una vez más, fagocitó a RN –pese a sus dos derrotas consecutivas- y dejó en claro que decir “derecha liberal”, es como hablar de la cuadratura del círculo.
A estas alturas del partido, puede resultar ocioso preguntarse si hubo alguna vez “derecha liberal” o “derecha democrática” o sólo hay y siempre ha habido una derecha reaccionaria y oportunista. Lo que en principio ha quedado claro estos días, es que la UDI, la ultraderecha, el fundamentalismo católico, aliado del neoliberalismo, en todo momento de estos veintitrés años desde el retorno de la democracia, logró poner de rodillas a RN. E incluso que logró hacerlo en uno de sus momentos de mayor debilidad.
¿Para qué preguntárselo entonces? La candidatura de Evelyn Matthei probablemente va a ordenar a la derecha en el corto plazo. Ello pues  va a hacer de esta elección presidencial, la lucha por la defensa a todo evento del repertorio cavernario de la reacción, los empresarios, los  conservadores y los violadores de los Derechos Humanos. Va a haber muy  poco “liberalismo” en su repertorio de propuestas, pese a las palabras de buena crianza y declaraciones unitarias de los dirigentes de la UDI que han acompañado esta imposición brutal de la candidatura de Matthei.
Uno de los factores más importantes en la definición del carácter y dirección que tuvo el proceso de transición a la democracia en nuestro país, se debate en su crisis de dirección y se atrinchera en la defensa de intereses de clase pero definitivamente no tiene nada que proponer. En el último tiempo pasó de ser la que determinaba la agenda política, económica y cultural, a una posición defensiva. No hay, no se ve por ninguna parte, relevo posible. Y esto no se refiere a nombres o rostros nuevos, como declaró tan cándidamente el MEO.
Se trata de que la derecha no tiene una propuesta, como no sea continuar destruyendo el medioambiente, abusando de los consumidores, sobreexplotando a los trabajadores, privatizando lo poco que queda por privatizar; restringiendo las libertades públicas e individuales. Nada muy creativo por cierto.
Todo lo contrario de lo que reclama la sociedad y los ciudadanos y ciudadanas del país. Reformas urgentes al sistema de pensiones, el  que muy sueltos de cuerpo han reconocido sus defensores no garantiza una vejez digna a trabajadores y trabajadoras. Educación pública gratuita y de calidad en todos sus niveles. Recuperación de las riquezas básicas para el país y reforma tributaria para financiar estas y otras medidas que el próximo gobierno deberá tomar también en salud y vivienda, cultura y comunicaciones. Y la madre de todas las batallas, el cambio de la Constitución de Pinochet mediante un mecanismo democrático y participativo, que es la Asamblea Constituyente.
De manera que lo quieran o no los liberales; los devotos de los consensos; las viudas de la transición pactada; la situación política con la defenestración de Allamand y el desembarco de la Matthei se polariza indefectiblemente. No es el momento de ponerse a discutir los principios del programa de la Nueva Mayoría. Las ideas de nuestro programa provienen de las luchas del movimiento social, de las ansias de cambio que se debaten en nuestra sociedad y que la institucionalidad política se encarga de amordazar y ahogar. La alianza fundamental es, debe ser, entre partidos progresistas, candidatura presidencial de la Nuevas Mayoría y movimiento social.

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