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Carlos Maturana, Bororo. El calefont. 1985 |
Afortunadamente, el sentido de
realidad y las necesidades del pueblo se han ido imponiendo- más lentamente de
lo deseable, en todo caso- de modo que todos los sectores democráticos tienden
a agruparse en torno a la primaria oficialista. Los chovinismos de partido y
las ambiciones personales han ido cediendo espacio al razonamiento frío y
sencillo de que la suerte de todos está atada y que un triunfo derechista en
las elecciones de noviembre, significa un retroceso para la democracia y el pueblo.
A regañadientes, hasta los más
escépticos han tenido que reconocer que el significado de la coyuntura
histórica a la que ha llevado a la humanidad el neoliberalismo, no sólo en
Chile sino en todo el mundo, es extremadamente delicada. Por la catástrofe ambiental a la que se
enfrenta; por la posibilidad de una tercera guerra; los riesgos de una
tecnología que se autonomiza del control del ser humano como factor del
crecimiento económico; las pandemias; la recesión, con sus consecuencias de
desempleo masivo y hambre para cada vez más extensas legiones de seres
humanos.
La derecha se fagocita a sí misma en
una guerra desatada entre sus diferentes facciones –de Chile Vamos a
Republicanos, libertarios y socialcristianos, de Matthei a Kaiser-, cada cual
más reaccionaria y violenta. Pero ojo, es característico de su naturaleza hacerlo,
como parte de la inercia propia del sistema que consiste en desatar fuerzas
cada vez más destructivas como condición de su regeneración permanente.
Destrucción de fuerzas productivas y riquezas acumuladas para crear otras
nuevas sin importar su costo social expresado en desempleo, aumento de la
pobreza, obsolescencia prematura de adelantos tecnológicos que producen basura
y aumento de la contaminación, entre otros.
Esa tendencia
inherente del sistema, se manifiesta en la irrupción de la ultraderecha y un
fascismo remasterizado, que empuja cada vez más a la derecha tradicional a
posiciones morales fundamentalistas y clasistas que incluyen su desprecio por
el trabajo y los trabajadores; su rechazo por el pueblo mapuche; codicia y
avaricia presentadas en un envoltorio pseudocientífico que pretende legitimar
como motivaciones del desarrollo económico. Ello, sin embargo, no sin resistencias,
debates y contradicciones que la desorganizan y la hacen presentar ese aspecto
zigzagueante, oportunista y tan débil que lo más probable es que finalmente
sucumba ante ella.
La suerte no está
echada ni mucho menos. Ni siquiera un triunfo electoral de las fuerzas
progresistas en noviembre va a detenerla sino sólo si dicho triunfo significa
una transformación de las mismas condiciones que han hecho posible su
normalización. Es la construcción de una nueva sociedad; de unas relaciones de los seres humanos entre sí y de estos con la naturaleza lo único que
podría evitarlo. Relaciones basadas en el reconocimiento del trabajo como
fuente de riqueza, bienestar y realización; de la diferencia como fundamento de
la identidad de nuestras sociedades; de la democracia y la participación como
la forma legítima de resolver las diferencias y de tomar las decisiones que a
todos y todas nos afectan.
En pocas
palabras, del cambio social. Este debiera expresarse en una representación que
diera cuenta de los sectores sociales interesados en dicho cambio pues
su posición subordinada en las relaciones entre las clases, movimientos sociales y de estos con el Estado, los coloca en una situación
de vulnerabilidad y exclusión que no es circunstancial sino esencial al
neoliberalismo. Asimismo en la unidad de los partidos y movimientos de izquierda
comprometidos con impulsarlo. Movimientos sociales y de masas y no números
ordenados y presentados en encuestas para la ocasión sino sujetos sociales y
políticos.
No es momento de
sacar cuentas alegres sino de prepararse para una larga y dura batalla que va a
requerir movilización de masas, unidad de la izquierda y mantener en alto la
crítica frente a la autocomplacencia y el falso optimismo que sólo oculta una conformidad conservadora con el mediocre orden de cosas actual.
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