martes, 22 de julio de 2025

¿A qué le temen los empresarios?

 

Honoré Daaumier. La manifestación.1860

El fin de semana que pasó, El Mercurio publicó una carta de un grupo de ciento sesenta empresarios y profesionales -afines al sector al que se dirige- conminando a los candidatos de derecha a ponerse de acuerdo en un programa y una lista parlamentaria para enfrentar las elecciones de noviembre. Dicha carta no puede ser más explícita, partiendo por su título "Carta abierta a José Antonio Kast, Evelyn Matthei, Johannes Kaiser y a los dirigentes y candidatos al congreso de la oposición al gobierno". 

Es la primera vez, desde el retorno a la democracia en 1990, que los empresarios son tan explícitos para intervenir en política contingente y señalar sus preferencias. Siempre habían usado un lenguaje elusivo, disimulado sus inclinaciones y hecho propuestas usando una retórica aparentemente neutral. Privilegiando, además, los aportes discretos, las cenas y los eventos académicos en el CEP o el Instituto Libertad y Desarrollo, en los que siempre participaban dirigentes y cuadros técnicos cercanos a los partidos de la extinta Concertación de Partidos a la Democracia, para darles esa apariencia de neutralidad. 

Pero esta vez, y dada la gravedad de la coyuntura, el grupo de empresarios y ex ministros de Piñera prefirió ir directo al grano y hacerlo públicamente. Dicha conducta deja entrever un sentido de urgencia y una radicalidad pocas veces vista en los últimos cincuenta años. Utilizando un tono apocalíptico, le lee la cartilla al sector en un formato que se mueve entre la invocación y el emplazamiento.

Muy similar al tono usado por Pinochet en muchas ocasiones diciendo “Yo el caos”. Cualquier observador medianamente objetivo, puede darse cuenta de lo desmedido de dicha alternativa; de que el país no está al borde del abismo de hordas de inmigrantes que, como los hunos en el Imperio Romano, asolan las fronteras; o de afirmar que el país está al borde del colapso económico es una exageración sin ton ni son. También decir que la delincuencia y las mafias, como en algún momento sucedió por ejemplo en Colombia, tienen al Estado contra las cuerdas.

De hecho, un analista como J.J.Brunner ,caracterizado por su anticomunismo y los grandes servicios que le prestó al neoliberalismo en el pasado, parte uno de sus extensos análisis en Ellibero, señalando lo afiebrado de dicho diagnóstico. Dice Brunner “ha perdido pie el relato de un colapso total del país por responsabilidad de un pésimo gobierno. Esa prédica discursiva, levantada desde los partidos y medios de comunicación opositores, el Congreso y las redes sociales, no parece encontrar suficiente eco en la sociedad”. Y demostrando una aguda sinceridad, destaca la recuperación de los salarios y la creación de empleos, así como una situación económica lejos del colapso que anunciaban los economistas de derecha como Schmidt-Hebbel a comienzos del actual gobierno.

¿A qué le teme, pues, el empresariado y qué de grave tiene la coyuntura para ellos? Únicamente la posibilidad de perder nuevamente las elecciones y de que una colación de izquierda, apoyada por el PDC probablemente, gane las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. De que el programa del próximo gobierno sea un programa que privilegie la reactivación por la vía del consumo, aumentando los salarios y el poder de negociación de los sindicatos. Que de un trato especial a las PYMES y arrebate a las grandes empresas el control que ostentan del mercado y no haga de los recursos naturales sólo una mercancía sino la fuente de creación de una industria nacional. Como ha dicho Brunner también en eso los programas del FA y del PCCH no difieren mucho.

El desastre electoral de la nostalgia liberal que representaba Tohá,  le deja poco espacio para incidir más en el período histórico que se abre con la elección de Jeanette Jara en la primaria oficialista. La misma candidata de la izquierda ha demostrado cuando fue ministra la posibilidad de hacerlo –como lo confirman las opiniones de Brunner- aún con todos los límites que le imponía no tener mayoría en el Congreso y una evidente desventaja en los medios de comunicación.  

Perder las elecciones nuevamente no es perder una elección más.

En segundo lugar, la posibilidad de que ello desate un movimiento de masas, hasta ahora, contenido por la tecnocracia que ha reemplazado programas políticos e ideas de país, por las  técnicas de la administración y el control burocrático de las instituciones del Estado. A esto la derecha y los empresarios especialmente sí que le tienen pánico. Hace muchísimos años, en una entrevista a la Revista Punto Final el histórico dirigente socialista Ricardo Núñez lo señalaba como una de las razones más poderosas del golpe de estado de 1973, el enorme y multifacético movimiento de masas desatado por el programa de la UP y su implementación.

No es sólo el resultado de las elecciones a lo que teme el empresariado. Es a las posibilidades que contiene el nuevo ciclo que se abre y que encabezado por un gobierno de izquierda podría exceder en una transformación efectiva del neoliberalismo. La experiencia de este gobierno que termina es que ello no depende solamente de la voluntad, la capacidad técnica o de gestión política de un gobierno.

Serán las masas, los sindicatos, las asociaciones de usuarios; los colectivos ambientalistas y de defensores de las divergencias sexogenéricas; el movimiento juvenil y de pueblos originarios junto a los partidos de izquierda los que protagonicen dichos cambios y para lo que deben prepararse o de lo contrario, farrearse la posibilidad que la historia nuevamente les da para cambiar Chile. 

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