Honoré Daaumier. La manifestación.1860
El fin de semana que pasó, El Mercurio publicó una carta de
un grupo de ciento sesenta empresarios y profesionales -afines al sector al que
se dirige- conminando a los candidatos de derecha a ponerse de acuerdo en un programa
y una lista parlamentaria para enfrentar las elecciones de noviembre. Dicha
carta no puede ser más explícita, partiendo por su título "Carta abierta a José Antonio Kast, Evelyn
Matthei, Johannes Kaiser y a los dirigentes y candidatos al congreso de la
oposición al gobierno".
Es la primera vez, desde el retorno a la democracia en 1990,
que los empresarios son tan explícitos para intervenir en política contingente
y señalar sus preferencias. Siempre habían usado un lenguaje elusivo,
disimulado sus inclinaciones y hecho propuestas usando una retórica
aparentemente neutral. Privilegiando, además, los aportes discretos, las cenas
y los eventos académicos en el CEP o el Instituto Libertad y Desarrollo, en los
que siempre participaban dirigentes y cuadros técnicos cercanos a los partidos
de la extinta Concertación de Partidos a la Democracia, para darles esa
apariencia de neutralidad.
Pero esta vez, y dada la gravedad de la coyuntura, el grupo
de empresarios y ex ministros de Piñera prefirió ir directo al grano y hacerlo
públicamente. Dicha conducta deja entrever un sentido de urgencia y una
radicalidad pocas veces vista en los últimos cincuenta años. Utilizando un
tono apocalíptico, le lee la cartilla al sector en un formato que se mueve
entre la invocación y el emplazamiento.
Muy similar al tono usado por Pinochet en muchas ocasiones
diciendo “Yo el caos”. Cualquier observador medianamente objetivo, puede darse
cuenta de lo desmedido de dicha alternativa; de que el país no está al borde
del abismo de hordas de inmigrantes que, como los hunos en el Imperio Romano,
asolan las fronteras; o de afirmar que el país está al borde del colapso
económico es una exageración sin ton ni son. También decir que la delincuencia
y las mafias, como en algún momento sucedió por ejemplo en Colombia, tienen al
Estado contra las cuerdas.
De hecho, un analista como J.J.Brunner ,caracterizado por su
anticomunismo y los grandes servicios que le prestó al neoliberalismo en el
pasado, parte uno de sus extensos análisis en Ellibero, señalando lo afiebrado
de dicho diagnóstico. Dice Brunner “ha
perdido pie el relato de un colapso total del país por
responsabilidad de un pésimo gobierno. Esa prédica discursiva, levantada desde
los partidos y medios de comunicación opositores, el Congreso y las redes
sociales, no parece encontrar suficiente eco en la sociedad”. Y demostrando una
aguda sinceridad, destaca la recuperación de los salarios y la creación de
empleos, así como una situación económica lejos del colapso que anunciaban los
economistas de derecha como Schmidt-Hebbel a comienzos del actual gobierno.
¿A qué le teme, pues, el empresariado y qué de grave tiene
la coyuntura para ellos? Únicamente la posibilidad de perder nuevamente las
elecciones y de que una colación de izquierda, apoyada por el PDC
probablemente, gane las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. De
que el programa del próximo gobierno sea un programa que privilegie la
reactivación por la vía del consumo, aumentando los salarios y el poder de
negociación de los sindicatos. Que de un trato especial a las PYMES y arrebate
a las grandes empresas el control que ostentan del mercado y no haga de los
recursos naturales sólo una mercancía sino la fuente de creación de una
industria nacional. Como ha dicho Brunner también en eso los programas del FA y
del PCCH no difieren mucho.
El desastre electoral de la nostalgia liberal que
representaba Tohá, le deja poco espacio
para incidir más en el período histórico que se abre con la elección de
Jeanette Jara en la primaria oficialista. La misma candidata de la izquierda ha
demostrado cuando fue ministra la posibilidad de hacerlo –como lo confirman las
opiniones de Brunner- aún con todos los límites que le imponía no tener mayoría
en el Congreso y una evidente desventaja en los medios de comunicación.
Perder las elecciones nuevamente no es perder una elección
más.
En segundo lugar, la posibilidad de que ello desate un
movimiento de masas, hasta ahora, contenido por la tecnocracia que ha
reemplazado programas políticos e ideas de país, por las técnicas de la administración y el control
burocrático de las instituciones del Estado. A esto la derecha y los
empresarios especialmente sí que le tienen pánico. Hace muchísimos años, en una
entrevista a la Revista Punto Final el histórico dirigente socialista Ricardo
Núñez lo señalaba como una de las razones más poderosas del golpe de estado de
1973, el enorme y multifacético movimiento de masas desatado por el programa de
la UP y su implementación.
No es sólo el resultado de las elecciones a lo que teme el
empresariado. Es a las posibilidades que contiene el nuevo ciclo que se abre y
que encabezado por un gobierno de izquierda podría exceder en una
transformación efectiva del neoliberalismo. La experiencia de este gobierno que
termina es que ello no depende solamente de la voluntad, la capacidad técnica o
de gestión política de un gobierno.
Serán las masas, los sindicatos, las asociaciones de
usuarios; los colectivos ambientalistas y de defensores de las divergencias
sexogenéricas; el movimiento juvenil y de pueblos originarios junto a los
partidos de izquierda los que protagonicen dichos cambios y para lo que deben
prepararse o de lo contrario, farrearse la posibilidad que la historia
nuevamente les da para cambiar Chile.
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