martes, 4 de julio de 2017

Lo que dejan las primarias

   
Equipo Crónica. El entierro del Conde de Orgaz, 1969
   


 Las recientemente realizadas elecciones primarias para determinar a los candidatos de las próximas elecciones presidenciales, no lograron despejar por completo las condiciones en que éstas se realizarán.

        En primer lugar, porque la NM no se midió en esta ocasión y por consiguiente, va a seguir siendo una incógnita la cantidad potencial de electores que votarían por ella, al menos el voto duro como se le llama comúnmente.

        En segundo lugar, porque la novedad de estos comicios que era la elección del abanderado del FA, solamente repitió el archiconocido fenómeno de desafección e indiferencia de los ciudadanos, característico de nuestra sociedad y del sistema político.

En tercer lugar, porque pese a la alta participación que tuvo la primaria de la derecha, los números que obtuvo como conjunto, y la votación de Piñera en particular, no le alcanzan como para presumir su triunfo en noviembre.

Son más dudas que certezas. ¿Cuáles son las incógnitas más importantes que deja esta elección primaria? Primero, cuál es la votación potencial y efectiva de la NM, sumando a sus dos candidatos. ¿Será suficiente la suma como para que Piñera no gane en noviembre? Es más, ¿son sumables ambos guarismos? Quedan varios meses y la campaña, es un espacio de tiempo y un  escenario suficientemente complejo como para sostener que es un ejercicio, al menos, difícil.

Las afirmaciones de los dirigentes del FA después de las primarias, dejan en claro que el resultado no fue el esperado por ellos y que, incluso, es absolutamente insuficiente respecto del propósito declarado insistentemente de “romper el duopolio”. Ello considerando que movilizó a la cuarta parte de lo que fue capaz de movilizar la derecha y no hay cómo comparar esa movilización con la NM.

Su objetivo parece ser, por todo lo que han declarado, crecer hacia el electorado indeciso y/o la abstención, en el entendido de que no lo hizo hacia el electorado de izquierda de la NM.

Ahora bien, si no lo hicieron estos meses, contando con toda la prensa, una coyuntura que puso en tensión toda su capacidad organizativa, posibilidades de conversar con la gente, realizar asambleas, mitines, etc. es difícil que lo logre en los meses que vienen, que son de campaña efectivamente y que ya no van a correr solos.

Si bien escoge al candidato que presenta más flancos y por tanto, el más inconsistente para enfrentar una campaña, la derecha demostró una capacidad de movilización considerable, una disciplina y voluntad de lucha importante y por consiguiente, no es tampoco un adversario despreciable. 

Lo único cierto es que la elección se va a resolver en la segunda vuelta. Que restando todos los votos que no son de derecha, ésta no es mucho más que el tercio histórico o en el mejor de los casos, el 44,01% que sacó Pinochet en 1988. Y que la dispersión que caracteriza a la centro izquierda en este momento es, sin embargo, condición suficiente para que gane en noviembre.

Es más, de proyectarse en el mediano y largo plazo, como para que la derecha gane también en segunda vuelta.

La incógnita principal de esta situación es, entonces, cuál es el significado de esta dispersión.

Junto con el fin de la transición, se acaba el binominalismo que no fue otra cosa que la camisa de fuerza del sistema político y el intento voluntarista de la reacción por imponer un sistema bipartidista en el país. Las cosas simplemente vuelven a ser como históricamente fueron, expresión de una sociedad diversa en términos culturales, sociales e ideológicos.

El punto es que esta diversidad, esta riqueza, se exprese como un factor de progreso social y político, que es precisamente lo que el binominalismo bloqueó por décadas y no una amenaza de retroceso social, político y cultural. 

martes, 27 de junio de 2017

Irracionalismo y política en el Chile actual

Francisco Goya y Lucientes. Capricho


Todos los medios hablan del bochornoso debate de los precandidatos de la derecha en televisión. El presidente de la CPC, el ex ministro de RREE de Sebastián Piñera, dice que “esperaba más” al tiempo que lo comentado por los medios y en las redes sociales, son los improperios, las burlas y ataques, francamente chabacanos por lo demás, que se espetaron mutuamente. 

No hubo ideas, análisis ni propuestas. Una coalición que hace un año, celebraba su "triunfo" en las municipales, hoy día aparece dando un espectáculo televisivo aparentemente insulso. 

Un debate carente de contenido; más parecido a un reality show que a una confrontación política entre quienes aspiran representar a su sector y gobernar el país. 

Sin embargo, lo que en apariencia es un espectáculo insulso es un evento lleno de connotaciones y muy revelador de lo que es la derecha y podría llegar a ser en el gobierno.

En efecto, a la falta de ideas  excepto la archiconocida receta de privatizaciones, flexibilidad laboral, destrucción del medioambiente y apertura comercial, la derecha y la reacción recurre a la irracionalidad; la prepotencia y la violencia -verbal en este caso- para tratar al adversario. 

Es fácil imaginar que si lo hacen entre sí y públicamente, serían capaces de eso y más en caso de gobernar el país con quienes se opongan a su conocido repertorio de eternas "modernizaciones". 

En un país en el que la reflexión y la deliberación democrática de la sociedad ha sido reemplazada por los automatismos del mercado, lo que parece un espectáculo bochornoso es en realidad una operación mediática parecida a la transmisión televisiva de la Guerra del Golfo en 1991. La barbarie convertida en espectáculo.

Una expresión de fascismo puro y duro. Lo aparentemente insulso carga un contenido, un pensamiento, una moral profundamente reaccionaria y violenta.


Lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública y una fuerza electoral considerable. Y es ese, precisamente, el sentido de televisar semejante pantomima.

No hay ningún error de cálculo ni un traspié inesperado. Es el último recurso de la derecha; infundir temor, ira; descalificar al otro -aunque sea de los mismos-.

No hacerse cargo de esto, es como dice Mayol "no entender nada" y una posición muy cómoda para el intelectual de clase media que no arriesga mucho en esta coyuntura, y en su caso además, cuando proviniendo de una familia de derecha y burguesa, no ha tenido que resistir la represión, la persecución, la falta de empleo o los bajos salarios. 

Algo parecido al rol que jugó MEO en las elecciones del 2010. 

En ese caso, las posibilidades de una derechización de la situación nacional, como ha ocurrido en Brasil y antes en Argentina, son más altas que hace un par de meses. Y en este caso, eso no depende única y exclusivamente de tendencias históricas ineludibles sino de la voluntad política. 

viernes, 16 de junio de 2017

Actualidad del autoritarismo

Francisco Goya y Lucientes. Capricho 43




En todo el mundo se manifiestan signos preocupantes de surgimiento de autoritarismos y propuestas reaccionarias de diverso signo.

Es el punto de llegada de una cultura que como preconizaba tras la caída del Muro de Berlín el filósofo pop Francis Fukuyama, se concibe a sí misma como el fin de la historia humana.

Este supuesto triunfo definitivo del liberalismo y del individualismo burgués, trajo consigo el presunto fin de las ideologías; el fin de las utopías, de los sujetos sociales, de toda trascendencia y por tanto de las éticas deontológicas. La única posibilidad aparente es retroceder.

Para unos un paisaje desolador; para otros, de un aburrimiento tolerable sólo gracias al buen humor.

En uno y otro caso, manifestaciones de un pesimismo para el que en este mundo el pensamiento no procede.

América Latina no es una excepción. 

Las posiciones reaccionarias, aunque no tengan el mismo peso político que en los noventa, siguen siendo en efecto un factor a considerar y menospreciarlas, una candidez que podría resultar  fatal para nuestros pueblos. 
  
Su último recurso proviene precisamente de la incapacidad de nuestra sociedad de cuestionar los principios del sistema de dominación vigente basado en la privatización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral; el consumo como fuente de toda satisfacción y la competencia, la única manera de obtener mejores posibilidades de desarrollo individual y social.

El recurso a la irracionalidad, al espontaneísmo, a los comportamientos más pedestres como son la desconfianza, la ira y el temor, es a lo que la derecha, en momentos de crisis política y social como la que se está incubando hace tiempo en nuestra sociedad, ha recurrido en ocasiones anteriores. 

Ello, pues ayudan a disimular las verdaderas fuentes de la dominación y facilitan las cosas a las soluciones populistas y reaccionarias.

Esta política cultural, este embate del irracionalismo, mezcla de neoliberalismo decadente, conservadurismo campechano, retórica pseudocientífica y aires de seriedad republicana, es su último recurso hoy por hoy.

Lo que parecen, a primera vista, chistes, demostraciones de ignorancia, comportamientos inconsistentes, mentiras, despropósitos, falacias y demagogia, no son equivocaciones o tropiezos de campaña; son el verdadero contenido de su posición y propuesta. 

Liberales que se manifiestan contra el aborto; que dicen que la homosexualidad es una enfermedad; que visitan a genocidas encarcelados; que evaden impuestos y burlan su propia ley; que justifican la represión en La Araucanía, abominan de los inmigrantes;  legitiman el cobro por la prestación de servicios que son derechos –como la educación, la previsión y la salud-; la entrega de nuestros recursos naturales -mineros, marítimos, forestales, el agua y  la tierra- a un puñado de empresas privadas, son lo mismo que terratenientes católicos. 

Y lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública; una fuerza electoral considerable; influir en el trámite de leyes trascendentales para el país. 

Lamentablemente, una posibilidad real considerando ese ambiente cultural en el que no hay cabida a la reflexión y el debate, gracias a lo cual el autoritarismo, la reacción moral, social y política todavía tiene posibilidades de disputar el gobierno.






martes, 6 de junio de 2017

¿Hacia dónde vamos?

Georg Grosz. Eclipse de sol, 1926



Uno abre diarios y revistas de actualidad y lee en todos ellos sesudos análisis acerca del cambio la situación política del país.

Fundamentalmente desde que la DC decidiera presentar su candidatura en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, sin considerar la opinión de sus aliados respecto de realizar una primaria de la NM para elegir a su abanderado.

Lo otro que ocupa un espacio importante en los medios, es el despliegue de la candidatura de Sebastián Piñera, quien por momentos pareciera estar  compitiendo ya por la presidencia de la república y no por ganar la primaria de su sector.

Su candidatura representa lo más reaccionario del pensamiento derechista. Ultra liberal en materias económico sociales y pechoño decimonónico  en materias morales y culturales. 

En resumen, el nuevo cuadro se caracteriza por la división de las fuerzas de centro-izquierda y la hegemonía reaccionaria que se impone en la derecha.

Este cuadro es el resultado de  muchos acontecimientos de luchas y contradicciones, acuerdos y rupturas, transformaciones, avances y retrocesos, protagonizados por movimientos  de masas y partidos políticos, y está lejos de ser la mera confirmación de las tendencias.

Son precisamente resultado de acontecimientos, en algunos casos incluso, impredecibles, sobre los que ha sido  necesario actuar.  La incapacidad de la precandidatura de Ricardo Lagos de abrirse paso en la NM, pese a sus sinuosas maniobras, gestos grandilocuentes y favoritismo de la prensa; los intentos infructuosos de la DC por sacar a los comunistas de la coalición recurriendo a toda clase de provocaciones; la presión de la movilización de masas exigiendo el cumplimiento del programa e ir más allá incluso.

También las reformas políticas al sistema electoral y a los partidos políticos; los avances en materia de restitución de derechos, pese a las limitaciones que la institucionalidad política vigente impone al despliegue  del programa de reformas de gobierno; lo que se ha llamado una "crisis de legitimidad" o "crisis de confianza" producto del conocimiento público de las promiscuas relaciones entre el empresariado y conspicuos políticos de derecha y de los partidos de la extinta concertación.

Sin embargo, el cuadro es muy inestable y esta misma situación puede todavía sufrir modificaciones. El alto abstencionismo y la indiferencia que chilenos y chilenas manifiestan por los asuntos públicos, lo hacen todavía más incierto. 

La primera y más probable de estas modificaciones , la caída de Pïñera de su lugar de privilegio en la oposición, sea por una baja participación en las primarias de la derecha, porque sus competidores lo alcancen o hasta por la posibilidad de que decline su candidatura antes de agosto. 

Ello, en todo caso, sólo para confirmar la posición ultra reaccionaria que ocupa la derecha en nuestra sociedad y que demuestra que ni hay ni nunca ha habido algo parecido a "derecha democrática" y por el contrario, el rol histórico que hoy en día cumple y siempreha cumplido. 

En segundo lugar, que la dispersión -circunstancial por ahora- de las fuerzas de centroizquierda se consolide en el largo plazo. En este sentido la aparición del FA pudo haber sido precisamente el factor que incidiera favorablemente a una resolución progresista de esta situación política. 

Pero no ha sido así y en lugar de ello, se ha extraviado en la búsqueda de una identidad que se define por cuestiones exclusivamente formales, como la crítica al "duopolio", sin poner ni un solo aporte novedoso en la situación política, excepto su aspiración de hacer lo mismo que la NM pero más rápido, lo que en el transcurso de la campaña por las primarias han tenido que matizar . 

En ese caso, las posibilidades de una derechización de la situación nacional, como ha ocurrido en Brasil y antes en Argentina, son más altas que hace un par de meses. Excepto que las fuerzas democráticas -tanto las de dentro como fuera de la NM- tiendan a converger, ojalá antes de la segunda vuelta de las próximas elecciones presidenciales y no repetir el papelón de MEO en una ocasión anterior muy similar el 2010. 

Y que esta convergencia se de también en las organizaciones sociales en función de profundizar el protagonismo y la incidencia de las masas en las reformas en curso y las que con toda seguridad deberán continuar en un próximo período presidencial a menos que sea de la derecha. 

martes, 16 de mayo de 2017

El debate de la izquierda en la actualidad

Caravaggio. La vocación de San Mateo




El  debate de la izquierda en la actualidad, no es muy diferente a los que ha realizado en el pasado.

El punto es que este debate se da en una situación peculiar, que es el tipo de sociedad que se ha ido conformando durante los últimos veinticinco o treinta años, incluyendo las transformaciones que ella misma ha experimentado.

Los partidos populares que en el pasado la conformaban, en efecto, no son lo mismo que entonces y algunos ya ni siquiera existen; los movimientos sociales a los que tradicionalmente representó, también han sufrido grandes transformaciones, sin considerar la aparición de nuevas demandas y movimientos de masas.

La salida pactada de la dictadura militar no habría sido posible a no ser por estos cambios de la izquierda y el movimiento popular. La transición, tampoco.

A grandes rasgos, ésta se basó en la aceptación, más o menos a regañadientes, del modelo de libre mercado y de la Constitución del ’80. Consistió, como su nombre lo indica, en un proceso de negociaciones y rupturas, de ajustes y pequeñas reformas que, supuestamente, conducirían a la superación de dichos enclaves, entendidos como un sistema de posibilidades, entre las cuales se podría incluir su transformación.

Pero se quedó sólo en eso, una posibilidad. Posibilidad que movilizó fuerzas políticas y electorales, como una suerte de movimiento autónomo sin ninguna conexión con la sociedad real o una muy débil.

Esto, se expresaba en un estallido social paulatino, pero sostenido en el tiempo. El año 2011 confluyeron movimientos ambientalistas, regionalistas, estudiantiles, de trabajadores subcontratados, del cobre, la salud y empleados públicos, incluido un paro nacional, inaugurando un nuevo momento o como muchos lo han llamado, un nuevo ciclo.

Éste se manifiesta en  una intensa lucha por la hegemonía. En efecto, la lucha por conseguir reformas efectivas al sistema no se expresa solamente en estallido social sino como lucha política. Se trata de una confrontación entre la reforma y la mantención del mismo orden de cosas heredados de la transición.

Lamentablemente, sectores de la izquierda han puesto siempre por delante de las discusiones sobre este punto, aquellas en las que se diferencia, dificultando la unidad del pueblo y el avance más decidido la transformación social y política.

Ello en el sentido de resguardar una presunta pureza de proyecto que otorga identidad y facilita el agrupamiento, la cohesión y efectividad política en el corto plazo.  

Sin embargo, a las grandes preguntas respecto de las cuales la sociedad nos conmina a todos los interesados en el cambio político y social en la coyuntura actual, hay solamente un vacío rellenado de frases hechas, declaraciones generales y críticas a todo lo que no sea igual.

Una posición muy chovinista por cierto. Es una posición que desconoce, por ignorancia o por doctrina, que el movimiento popular es diverso y rico en diferencias: de clase, culturales, ideológicas, de intereses, etc. y en función de estas diferencias y diversidad, se ha dotado de muchos instrumentos políticos con diferentes tácticas y estrategias, métodos de organización y lucha que son precisamente manifestaciones históricas de esta diversidad.

Esta es la razón entonces, para que la unidad de la izquierda, aunque compleja políticamente, sea una cuestión de principios y no solamente instrumental o dicho de otro modo, que no debiera subordinarse, en lo posible, a estas diferencias coyunturales. El sectarismo es no solamente una desviación política o incluso doctrinaria, sino una posición reaccionaria que se debe combatir y desterrar.

El radicalismo verbal, una manifestación del espíritu de secta que supone que se es poseedor de la verdad del pueblo o como se dice en la actualidad, del movimiento social. Y la historia, la confirmación de ciertas leyes trascendentes y por tanto, cualquier movimiento táctico, cambio de opinión o acuerdo, una renuncia o una traición a los principios. 


Todos los interesados en que el momento actual -complejo y contradictorio, pero lleno de posibilidades para el pueblo- culmine en una efectiva democratización del país deben trabajar por la unidad y para ensanchar la brecha que se ha abierto en el sistema y que permitiría democratizar nuestra sociedad, desterrando el sectarismo y las prédicas pontificadoras de su propuesta y discurso.



jueves, 20 de abril de 2017

Yo o el caos

Gregorio de la Fuente La familia



Esta fue la frase que Pinochet usó en más de una ocasión para referirse a la contradicción que agitaba al país en los años ochenta, entre su abominable gobierno y la oposición mayoritaria que despertaba en la sociedad, la que se expresaba en  calles y asambleas.

Partidos políticos; sindicatos; organizaciones poblacionales; de defensa de los DDHH; feministas; de etnias originarias, estudiantiles, de profesionales, intelectuales y artistas; comunidades cristianas de base, protagonizaban la lucha contra los crímenes de la dictadura, por la verdad y la justicia; en contra de  las privatizaciones y por la democracia. 

Es una contradicción que encontró su momento culminante en el paro del 2 y 3 de julio de 1986, convocado por la Asamblea de la Civilidad.

¿Qué es lo que expresa entonces esta frase, aparentemente, burda y facilona? Nada más y nada menos que la oposición que hay entre la reacción y el progresismo. 

Hoy en día, las posiciones conservadoras la expresan en un lenguaje más sofisticado pero no menos ideologizado que el de Pinochet, para desacreditar  a las que propugnan el cambio, continuar las reformas comenzadas bajo el actual gobierno y profundizarlas. 

Le sugieren al país, que la verdadera contradicción está entre la responsabilidad o el aventurerismo; el progreso o  la mediocridad; el crecimiento económico o el subdesarrollo, haciendo aparecer a las posiciones que propugnan la reforma política y social como populistas, torpes y chapuceras.

Y a quienes las respaldan y promueven, como oportunistas y demagogos. No el caos, pero sí algo parecido.

Ese es precisamente el problema político principal hoy en día.  Todos los acontecimientos políticos recientes tienen su explicación, en última instancia, en esta contradicción: si hay primarias o no hay primarias; la definición de los precandidatos que van a participar en ellas; sus propuestas programáticas. 

También la conformación de las listas parlamentarias e incluso las votaciones de los proyectos de  reforma que se discuten en el Parlamento, como fue recientemente por ejemplo la de la ley de Educación Superior.

Y tal como ocurrió bajo la dictadura, la sociedad se inclina y se manifiesta mayoritariamente a favor de las reformas; por la desmercantilización de la vida social, la democratización del sistema político, la restitución del derecho a huelga y a negociación colectiva, el cambio del sistema de pensiones, reformas en pleno desarrollo y que exigen su culminación para tener efectivamente una auténtica democracia.

La derecha y los nostálgicos de la política de los consensos, están retrocediendo y lo seguirán haciendo en la medida que se acerque la próxima elección presidencial y parlamentaria. Hoy en día abren champaña para celebrar el triunfo de Piñera en las encuestas en las que sale segundo, incluso, corriendo solo.

No hacen otra cosa que resistir; tratan de evitar que esto suceda. Algunos buscando matices, complicaciones y recurriendo al viejo método de la extorsión. 

O bien poniéndose como el epítome de la historia y el desarrollo de la Nación y declarando, con una grandilocuencia vacía, "sin mí sólo retrocederemos"

Pese a ello, la unidad del pueblo se va a imponer. Y hay signos alentadores de que así va a ser más temprano que tarde.

jueves, 16 de marzo de 2017

Acerca de la Nueva Izquierda

Honor´Daumier. El levantamiento


En los últimos cinco años se ha ido constituyendo en la  izquierda un sector diferente a cuanto existiera antes en ella. Ya desde los años noventa y tras el término de la dictadura militar se habría empezado a manifestar, irrumpiendo –por poner una fecha- en 1993 tras la candidatura de Manfred Max-Neef. Poniendo entonces, por primera vez, los temas del medioambiente y una agenda cultural que relevaba los temas del género y las minorías sexuales.

A lo largo de todos los años noventa, también se expresa en el sector juvenil, levantando las banderas de la autonomía y una crítica muy radical a los partidos políticos, las formas de organización del movimiento estudiantil y a la “izquierda tradicional”, incluida la autodenominada “izquierda revolucionaria”.

Se trata de una izquierda crítica del sistema neoliberal; del carácter excluyente y elitista de la transición pactada; su  conservadurismo cultural y moral; de los métodos y prácticas de los partidos tradicionales;  por la reivindicación de la autonomía de los movimientos sociales y de la legitimidad de sus reivindicaciones frente a una institucionalidad política impermeable a sus aspiraciones y propuestas.

No se trata de una izquierda marxista ni se define por una posición de clase.  En ella coinciden influencias doctrinarias muy diversas. Además, sectores de orientaciones políticas y tradiciones diferentes: los humanistas; anarquistas; ambientalistas; autonomistas; feministas; ex militantes o compañeros provenientes de la denominada “cultura comunista” y de la concertación.

También sectores del movimiento juvenil, del arte y la cultura, que se constituye alrededor de los denominados temas “ciudadanos”.

Se trata de sectores de clase media, que se han organizado en estos veinticinco años, en centros de estudio, ONG’s, colectivos político sociales, círculos de estudio y fundaciones que asesoran, en muchas ocasiones, a organizaciones sociales o que se han especializado en el trabajo político social en algún frente de masas.

Que han desarrollado una concepción de la organización definida como “horizontal”, para oponerla a las tradicionales organizaciones políticas, más formales, jerárquicas y con un fuerte sentido de la movilización en torno a objetivos.

En este caso, lo hacen en torno a “temas”, a conflictos generados por el modelo neoliberal, como la desarticulación de la ciudad y el espacio urbano, la destrucción del patrimonio y el medioambiente, la inmigración, la vulneración de los derechos de mujeres, etnias originarias;   y especialmente la política universitaria en lo que dice relación con el financiamiento y el marco regulatorio del sistema de educación superior.

Un punto aparte es lo que dice relación con las reformas políticas y el cambio constitucional, en el que la campaña “marca tu voto” y por la Asamblea Constituyente han constituido un hito relevante.

Se trata de demandas de cambio estructural al modelo neoliberal y el sistema político de una gran generalidad lo que a veces los hace aparecer como maximalistas y otras, como un sector sin propuesta o de una generalidad tan grande que no tiene posición.

Pese a lo anterior, sus motivaciones son precisamente las que lo ubican en la izquierda. 

No se trata de un fenómeno coyuntural. Se trata de un sector político que se va a proyectar en el tiempo aunque no se pueda predecir por ahora la dirección que vaya a tomar: ¿una socialdemocracia radical? ¿una de viejo cuño? ¿una izquierda revolucionaria como la de los sesenta y setenta? ¿un liberalismo progresista? ¿una izquierda humanista y libertaria más bien movimientista y social? 

La dirección que adopte depende en gran medida de la posibilidad de continuar las reformas que, con enormes dificultades y contradicciones, empezaron en el período de la presidenta Bachelet. Pero ello puede también convertirse en un factor que incida favorablemente en ella. 

La contradicción principal que determina el momento actual y que se se va a agudizar en pocos meses, es precisamente la que hay entre quienes quieren profundizar dichas reformas y quienes se oponen a ellas. 

Y no es precisamente el "duopolio" el que establece ese límite.