En todo el mundo se manifiestan signos preocupantes de surgimiento de autoritarismos y propuestas reaccionarias de diverso signo.
Es el
punto de llegada de una cultura que como preconizaba tras la caída del Muro de Berlín el filósofo pop Francis Fukuyama, se concibe a sí misma como el
fin de la historia humana.
Este
supuesto triunfo definitivo del liberalismo y del individualismo burgués, trajo
consigo el presunto fin de las ideologías; el fin de las utopías, de los sujetos
sociales, de toda trascendencia y por tanto de las éticas deontológicas. La única posibilidad aparente es retroceder.
Para
unos un paisaje desolador; para otros, de un aburrimiento tolerable sólo
gracias al buen humor.
En uno y
otro caso, manifestaciones de un pesimismo para el que en este mundo el pensamiento
no procede.
América
Latina no es una excepción.
Las posiciones reaccionarias, aunque no tengan el mismo peso político que en los noventa, siguen siendo en efecto un factor a considerar y menospreciarlas, una candidez que podría resultar fatal para nuestros pueblos.
Las posiciones reaccionarias, aunque no tengan el mismo peso político que en los noventa, siguen siendo en efecto un factor a considerar y menospreciarlas, una candidez que podría resultar fatal para nuestros pueblos.
Su último recurso proviene precisamente de la incapacidad de nuestra sociedad de cuestionar los principios del sistema de dominación vigente basado en la privatización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral; el consumo como fuente de toda satisfacción y la competencia, la única manera de obtener mejores posibilidades de desarrollo individual y social.
El recurso a la irracionalidad, al espontaneísmo, a los comportamientos más pedestres como son la desconfianza, la ira y el temor, es a lo que la derecha, en momentos de crisis política y social como la que se está incubando hace tiempo en nuestra sociedad, ha recurrido en ocasiones anteriores.
Ello, pues ayudan a disimular las verdaderas fuentes de la dominación y facilitan las cosas a las soluciones populistas y reaccionarias.
Ello, pues ayudan a disimular las verdaderas fuentes de la dominación y facilitan las cosas a las soluciones populistas y reaccionarias.
Esta política cultural, este embate del irracionalismo, mezcla de neoliberalismo decadente, conservadurismo campechano, retórica pseudocientífica y aires de seriedad republicana, es su último recurso hoy por hoy.
Lo que parecen, a primera vista, chistes, demostraciones de ignorancia, comportamientos inconsistentes, mentiras, despropósitos, falacias y demagogia, no son equivocaciones o tropiezos de campaña; son el verdadero contenido de su posición y propuesta.
Liberales que se manifiestan contra el aborto; que dicen que la homosexualidad es una enfermedad; que visitan a genocidas encarcelados; que evaden impuestos y burlan su propia ley; que justifican la represión en La Araucanía, abominan de los inmigrantes; legitiman el cobro por la prestación de servicios que son derechos –como la educación, la previsión y la salud-; la entrega de nuestros recursos naturales -mineros, marítimos, forestales, el agua y la tierra- a un puñado de empresas privadas, son lo mismo que terratenientes católicos.
Y lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública; una fuerza electoral considerable; influir en el trámite de leyes trascendentales para el país.
Lamentablemente, una posibilidad real considerando ese ambiente cultural en el que no hay cabida a la reflexión y el debate, gracias a lo cual el autoritarismo, la reacción moral, social y política todavía tiene posibilidades de disputar el gobierno.
Lo que parecen, a primera vista, chistes, demostraciones de ignorancia, comportamientos inconsistentes, mentiras, despropósitos, falacias y demagogia, no son equivocaciones o tropiezos de campaña; son el verdadero contenido de su posición y propuesta.
Liberales que se manifiestan contra el aborto; que dicen que la homosexualidad es una enfermedad; que visitan a genocidas encarcelados; que evaden impuestos y burlan su propia ley; que justifican la represión en La Araucanía, abominan de los inmigrantes; legitiman el cobro por la prestación de servicios que son derechos –como la educación, la previsión y la salud-; la entrega de nuestros recursos naturales -mineros, marítimos, forestales, el agua y la tierra- a un puñado de empresas privadas, son lo mismo que terratenientes católicos.
Y lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública; una fuerza electoral considerable; influir en el trámite de leyes trascendentales para el país.
Lamentablemente, una posibilidad real considerando ese ambiente cultural en el que no hay cabida a la reflexión y el debate, gracias a lo cual el autoritarismo, la reacción moral, social y política todavía tiene posibilidades de disputar el gobierno.
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