Honoré Daumier. El levantamiento |
Después del 4 de septiembre, la derecha está como se dice vulgarmente, arriba de la pelota. Después de años de ser minoría social, política y cultural en el país, siente que el súbito 61% que obtuvo el recazo en el plebiscito de salida, es su logro. Resultado, única y exclusivamente, de su campaña del terror.
Una apuesta peligrosa, por decir lo menos. No hay que desconocer su consecuencia, su perseverancia; el rigor y la unidad con que enfrentó la campaña del plebiscito de salida y aprender de ella. Probablemente, para no subestimar nunca más su capacidad, su virulencia y radicalidad. Pero de ahí a suponer que el porcentaje del rechazo sea única y exclusivamente un logro suyo, hay varios pueblos de distancia. La aclaración de este asunto será determinante a la hora de determinar la continuidad del proceso constituyente y hacia dónde conduzca.
Ello, porque lo único claro después del plebiscito es que el proceso no ha concluido y que, pese a las pretensiones de unos cuantos nostálgicos de la dictadura y fanáticos de ultraderecha, la Constitución de Pinochet yace muerta y enterrada. Un interregno durante el cual todos los granujas están tratando de hacer su agosto. Un terreno vidrioso y quebradizo en el que cualquier paso en falso, podría significar para los autoproclamados vencedores del domingo 4, una nueva derrota.
En efecto, el desenlace del proceso no está escrito todavía. La batalla por las características que tendrá esta nueva etapa del proceso constituyente -que en rigor, comenzó durante el gobierno de la Presidenta Bachelet- está en pleno desarrollo y por cierto la derecha, hiperventilada por ahora, se comporta con la prepotencia pueril de quien no entiende en realidad el carácter de la etapa en que se encuentra y en el caso de sus representantes y dirigentes más inteligentes, con el oportunismo de quien trata de sacar toda la ventaja que pueda durante este paréntesis que le favorece.
Pero incluso en esa circunstancia, parte de más atrás del 4 de septiembre aunque se resista. No hay vuelta atrás en materia constitucional. Tampoco hay espacio para las cocinas. A lo más, para que los denominados "expertos" -en realidad ideólogos del liberalismo en sus distintas variantes, representantes teóricos de los intereses de las clases dominates- metan la cuchara y limiten en todo lo que puedan desde su pretendida superioridad técnica, los afanes reformistas de una convención, asamblea o la forma que adopte el proceso constituyente en el futuro.
Su ventaja, por ahora, es que se trata de un proceso que se da en las alturas del sistema político y que protagonizan los representantes profesionales del pueblo y la ciudadanía, que por ahora los ve con cierta indiferencia que raya en el desprecio y la incredulidad. Pero en cualquier momento, ese ethos tan poco épico, se puede transformar, igual que el 18 de octubre de 2019, en la fuerza arrolladora de un movimiento de masas que no va a dejar títere con cabeza. Así como los Lagos, los Walker, los Chahuán y cía. se encuentran conspirando en las alturas, las organizaciones sociales -tanto las que participaron en la Convención a través de diferentes representaciones, como las que no lo hicieron y se encuentran todavía en la lucha reivindicativa y económica- deben pronunciarse al respecto y movilizarse en función de este nuevo proceso constituyente.
Lo avanzado en la Convención debiera ser considerado como un punto de partida de esta nueva etapa. Incluso la derecha con el oportunismo que la caracteriza, lo planteó en su compromiso anterior al plebiscito. Ciertamente, no sólo como promesa electoral sino también como un reconocimiento explícito de que no hay vuelta atrás so pena de un nuevo estallido de indignación popular. Es más, en esta nueva etapa, contando con el respaldo activo y la movilización social, es posible reponer elementos de definición constitucional que quedaron fuera en la etapa anterior del proceso.
Por último, en esta etapa, será determinante superar el estado de dispersión de los pueblos de Chile para enfrentar a la derecha y el empresariado. Esto tanto en la determinación de los contenidos de la propuesta del campo social y popular, como en la forma de hacerlo. Ojalá a través de una coordinación unitaria, en comisiones, vocerías y votaciones.
La derecha está definitivamente arriba de la pelota, pero no por mucho tiempo. Dependerá de la izquierda y el campo social y popular que esta nueva etapa del proceso constituyente culmine con la promulgación definitiva de una Constitución democrática y al servicio de las mayorías postergadas durante los últimos treinta años.
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