martes, 24 de octubre de 2023

No pasarán!


Antonio Berni. Juanito Laguna remontando su barrilete. 1961



El resultado de las recientes elecciones en Argentina, tiene una gran similitud con lo que está pasando en Chile. Entre las PASO y las recientes elecciones presidenciales, hay un cambio de tendencia en el comportamiento del electorado aparentemente inexplicable o que, en el mejor de los casos, es justificado por razones de superficie, como los errores de Millei y lo tóxico de su performance y discurso; la maquinaria electoral peronista; la idiosincrasia del pueblo argentino, la ausencia de Cristina y la habilidad de Massa, etc.

Si bien todos estos factores puede que tengan alguna incidencia, lo cierto es que estamos frente a movimientos subterráneos que sacuden a la sociedad argentina, tal como lo hacen en Chile, y que tienen que ver con las contradicciones cada vez más radicales que la caracterizan.

El desastre del gobierno macrista, que dejó a Argentina a merced del FMI y determinó la suerte del gobierno de Fernández -llevándose durante su mandato más de nueve mil millones de dólares- y hoy en día, el de su candidata, Patricia Bulrich -quien sucumbió primero ante la retórica ultra de Millei y ahora ante su incapacidad de proponer soluciones al desastre que dejó su antiguo jefe, pese a la incorporación de Melconian a su equipo o quizás por ello- determina y lo seguirá haciendo su destino porque profundizó la desigualdad y las contradicciones sociales haciendo posible que emerjan personajes tan reaccionarios como MiIlei.

En efecto, Millei representa la única salida posible a la crisis en la que dejó el neoliberalismo a la Argentina sin tocar las bases clasistas y excluyentes sobre los que se sostiene: terminar con su soberanía, con la ciudadanía y cualquier ensayo de proyecto nacional para ser una especie de departamento de las transnacionales y los organismos financieros promoviendo con entusiasmo la destrucción de todos los vínculos sociales y culturales posibles detrás de una retórica chartalanesca que postula una concepción rabanera de la libertad que no es más que individualismo y egotismo radical.

El triunfo de Massa en la primera vuelta, es una excelente noticia para los argentinos y argentinas; para América Latina y también para Chile. Es la demostración de que la derecha, las clases dominantes y la reacción tienen al frente un pueblo que no les cree y que mantiene viva la memoria de sus luchas; que valora sus derechos y conquistas y que no está dispuesto a renunciar a ellos voluntariamente. Dos cosas fueron determinantes para obtener este resultado en primera vuelta y probablemente es lo que se deberá reafirmar y profundizar para ganar definitivamente.

La primera es la movilización popular, la organización y la vinculación de partidos, movimientos de masas y organizaciones sociales. El resultado de la derecha es producto de la despolitización; del recurso al sentido común y la emoción, todos factores explotados por Millei, por Kast y los republicanos en Chile y el campeón y gurú de la ultraderecha en América Latina, Donald Trump. Los sindicatos, las cooperativas, los colectivos territoriales y sectoriales, las agrupaciones de distinto signo, deben involucrarse en la política y los partidos de izquierda abandonar sus complejos de inferioridad frente al discurso apolítico, gremialista y autonomista que mete a derecha e izquierda en el mismo saco.

Lo segundo es sostener la unidad y la amplitud en la defensa de los derechos sociales, económicos y culturales conquistados por el pueblo a lo largo de su historia e incluso plantearse su profundización, que es la única manera de triubfar y detener el avance de la ultraderecha.

Argentina deberá enfrentar uina segunda vuelta en poco tiempo. Chile el plebiscito constitucional en el que se consultará al pueblo por la nueva Constitución. Esta vez, no pasarán.


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