Otto Dix, Tropa pasando debajo de la tormenta de gas. 1924 |
Las causas que inspiraban a la izquierda y
el movimiento obrero en el siglo XX, si bien siguen siendo las mismas, son hoy
por hoy muy diferentes. Se trata de contradicciones de clase determinadas por
las transformaciones del capitalismo y consecuentemente, de las clases y movimientos sociales de los últimos treinta años.
Para un punto de vista histórico y
revolucionario, es precisamente en la apreciación de este carácter complejo,
determinado y cambiante en donde radica la forma auténtica de lo real y la posibilidad
de su transformación.
Lo contrario, el doctrinarismo
pedante que reemplaza, como decía Lenin, “el análisis concreto de la
situación concreta” por unas cuantas fórmulas sociológicas y filosóficas o la acumulación de ejemplos históricos, es un
punto de vista conservador, que se expresa en un maximalismo inspirado en el "deber ser" más que en las contradicciones de la realidad o
en una integración chapucera de temas corrientemente denominados “emergentes”
sin ninguna coherencia política.
Pero no es solamente el maximalismo una de
sus expresiones. Borrar la riqueza y diversidad de contradicciones que genera
el capitalismo consiste también en la asimilación de la pura reivindicación económica y específicamente la sindical, a la totalidad de lo real.
Entonces, como sucedáneo del auténtico
clasismo, esta posición política adopta un lenguaje, unas formas de organización y lucha que le
sirven para diferenciarse de posiciones políticas progresistas o que incluso se definen "de izquierda" aún cuando no se reconozcan clasistas.
Este punto de vista, tan pequeñoburgués como
el maximalismo es el obrerismo. Es igual que el maximalismo, un punto de vista conservador porque
armado de una más “realista” apreciación de las circunstancias, no se hace
cargo de la totalidad, de la riqueza de lo real. La lucha sindical, ni siquiera la lucha obrera, para este
punto de vista lo es todo.
Es un punto de vista conservador además porque no construye
movimiento social y simplifica de manera grosera, la complejidad y riqueza de
las contradicciones reales, en primer lugar las contradicciones de clase.
Esa riqueza y complejidad es la que explica
que históricamente sectores de la clase media -pequeñoburgueses- hayan sido parte del movimiento
popular y levantaran las banderas del socialismo y la democracia. Entre otros,
los estudiantes y el movimiento juvenil en general; los profesionales, los
trabajadores del arte y la cultura.
Se trata de grupos sociales que producto de
las modernizaciones neoliberales de los últimos treinta años, se han
privatizado y encontrado un nicho para reproducirse como clase y como cultura,
en centros de estudio y ONG’s, fundaciones y productoras que le venden servicios al
Estado, realizan asesorías a organizaciones sociales y se vinculan con los
temas corrientemente llamados “ciudadanos” y que en realidad son
las viejas contradicciones de clase determinadas de diversas maneras y por diversas
circunstancias también.
Hay problemáticas que expresan el carácter
de la contradicción principal del período, como la recuperación de la educación
pública; el acceso a la cultura y la entretención; las luchas contra el armamentismo y la defensa del medioambiente; los
derechos políticos y civiles, sociales y culturales de todos los ciudadanos y
que no son consideradas por el “obrerismo” o lo son sólo de manera parcial y
secundaria.
Finamente, el obrerismo es una desviación
pequeñoburguesa porque debilita las posiciones de la clase trabajadora, porque
desprecia la realidad, las luchas que miles y millones libran todos los días en
contra del sistema neoliberal y por la democracia y que en el fondo aportan a
la construcción de la gran corriente popular y democrática que va a conducir a
la construcción de un nuevo Chile. En resumidas cuentas, es lo menos leninista
que hay.
Por el contrario, el sindicalismo de clase, pues está en una privilegiada posición para comprender la totalidad de lo real, asumir, comprender y dar sentido histórico y de largo plazo a las luchas de todos los sectores interesados en el cambio social, integró históricamente en su táctica y discurso las más diversas problemáticas, no solamente laborales.
No es sin embargo una responsabilidad de las organizaciones sindicales sino de los partidos de izquierda que así sea. El obrerismo no es un vicio de la organización sindical sino una deformación doctrinaria y una desviación política.
Por el contrario, el sindicalismo de clase, pues está en una privilegiada posición para comprender la totalidad de lo real, asumir, comprender y dar sentido histórico y de largo plazo a las luchas de todos los sectores interesados en el cambio social, integró históricamente en su táctica y discurso las más diversas problemáticas, no solamente laborales.
No es sin embargo una responsabilidad de las organizaciones sindicales sino de los partidos de izquierda que así sea. El obrerismo no es un vicio de la organización sindical sino una deformación doctrinaria y una desviación política.
Nunca el obrerismo ha sido una tradición de
la izquierda chilena. Muy por el contrario, la izquierda chilena integró
siempre en su concepción del movimiento popular a los sectores medios, a los
intelectuales y los artistas, técnicos y profesionales y no como fuerza
secundaria o auxiliar sino en la especificidad de sus reivindicaciones y luchas, como contradicciones con el carácter clasista de la sociedad capitalista.
Durante la lucha contra la dictadura de
Pinochet, la Asamblea de la Civilidad en otras circunstancias y con otros
objetivos ciertamente, señala que es precisamente la amplitud, la integración de los más diversos intereses y reivindicaciones la clave para construir una fuerza mayoritaria capaz de producir las transformaciones que Chile necesita.
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