domingo, 21 de enero de 2024

Fascismo o democracia

Asgern Jorn. La double face. 1960



En España, Italia y los Estados Unidos se han realizado manifestaciones en contra del genocidio perpetrado por el Estado de Israel en la Franja de Gaza. En Alemania miles lo hacen en las calles por el avance de las fuerzas de ultraderecha del partido AfD. 

Mientras tanto, el ridículo que hizo Millei en Davos es saludado solamente por Ellon Musk, Trump y un par de fanáticos más en el Tercer Mundo, generalmente millonarios que se han enriquecido gracias a las transferencias de fondos del Estado, en la forma de subsidios para el desarrollo de  áreas tecnológicas y productivas que éste no puede realizar precisamente gracias al desmantelamiento del que ha sido objeto por las políticas que promueven ellos mismos y sus lacayos desde la academia y el sistema político.  

Acto seguido, mandan a Millei a Suiza a repetir el mantra que les ha permitido seguir enriqueciéndose gracias al desmantelamiento del Estado y los subsidios que les entrega: "El Estado es un estorbo". Una paparruchada que nadie se toma en serio después de las permanentes recesiones provocadas por las políticas de ajuste que promueven para componer los estropicios que sus mismas recetas de reducción del gasto fiscal,  eliminación de las regulaciones y privatización, provocaron antes.  

Dichas políticas -como lo está demostrando ya el caso argentino-  el único resultado que pueden tener es una profundización aún mayor de la crisis y las "ayudas" que gentilmente ofrecen y luego imponen los organismos financieros, terminan por demoler sociedades, culturas, estilos de vida y formas de sociabilidad que ha tomado décadas construir. 

Es la construcción por la vía de los hechos de nuevos pactos sociales que reemplazan la "voluntad general", por poderes que sustituyen la soberanía popular por un líder o una oligarquía compuesta por financistas, banqueros, políticos corruptos que pululan en las ruinas de lo que queda del Estado, como se ha visto recientemente en el caso de los municipios administrados por la derecha y antes por los casos de coimas y connubio entre las grandes empresas -PENTA, SOQUIMICH, CORPESCA, etc.-, parlamentarios y ministros del gobierno de Piñera. Esta tendencia del sistema se extiende como mancha de aceite y afecta a todo aquel que se le acerque siquiera.

También participan de ella burócratas que han hecho de la administración un fin en sí mismo y con gran entusiasmo, una red de medios serviles que reaccionan a través de una academia funcional ante cualquier intento de resguardar la verdad y la objetividad de las informaciones que difunden como un ataque a la libertad.

Dicha profundización de lo peor del sistema neoliberal y sus sempiternas políticas de ajuste, trae aparejadas la resurrección no solamente de su silabario sino también de sus antiguos guaripolas. La bancarrota de JAK y el Partido Republicano, después de su aventura fundamentalista en el Consejo Constitucional, abre paso a la reaparición de antigüedades como Evelyn Matthei, los ex ministros de Piñera y los partidos de Chile Vamos que protagonizan una despiadada y poco fraterna lucha por la dirección de su sector. 

Estamos en presencia del avance en todo el mundo de una forma de neofascismo que reúne algunas de sus características más esenciales –corrupción del sistema político; sometimiento del Estado a los requerimientos del capital concentrado; transnacionalización de sus necesidades; militarismo desenfrenado; subjetivación de la verdad, burocratización y constitución de un estamento de funcionarios que hace de los métodos científicos de la administración una ideología conservadora, etc.-. Ésta ofensiva reaccionaria provoca la respuesta espontánea de la sociedad.

No se la puede seguir disimulando tras nombres de fantasía que se acuñan para la ocasión con el objetivo de mantener una estabilidad conservadora eufemísticamente denominada "gobernabilidad democrática". La subjetivación de la verdad que consiste en su reemplazo por la opinión  que acepta de modo ingenuo las atrocidades más aberrantes y los galimatías más absurdos como parte legítima del debate democrático, debe ser combatido y detenido antes de que sea demasiado tarde. 


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