Roy Lichtenstein. We rose Up Slowly. 1964 |
En las últimas semanas, la derecha
ha sido protagonista de una velada lucha por la definición de su línea política
y de la alianza que la representaría. En la misma medida que se refuerza la
tesis de extenderse hacia el centro, que en realidad es una nueva derecha con
pasado concertacionista, la ultraderecha se radicaliza. La posibilidad de un
pacto que abarque desde Demócratas a Republicanos, se ve muy difícil, excepto
probablemente el pacto por omisión en las municipales; y eso.
Los anuncios de estos días de
realizar una primaria entre la quizás más odiada y poco confiable dirigenta
política que le regaló el argumento a la derecha para hacer trizas el
acuerdo administrativo en el Congreso posibilitando la presidencia de RN en el
Senado y de paso bloquear la posibilidad de que el PC asuma la de la Cámara de
Diputados, y la histórica Evelyn Matthei, es parte del blufeo en esta
negociación.
Evelyn Matthei, antes de ser
candidata ya está desplegándose por el país y en la misma medida empiezan a
manifestarse las críticas de sus potenciales aliados republicanos, quienes ya
le recuerdan el tristemente célebre kiotazo en el que fue protagonista de una
sórdida trama que incluyó espionaje, uso de recursos del Estado e involucró a
las FFAA en la resolución de una controversia política por la definición de la
candidatura presidencial de la derecha y que terminó afectando al que sería
Presidente de la República posteriormente en dos ocasiones, el empresario
Sebastián Piñera Echeñique.
Personaje público que, junto con su
primo y ex ministro del interior, se ha visto involucrado en la truculenta
trama de tráfico de influencias protagonizada por un oscuro personaje, del tipo
de Rasputin, que logró infiltrarse en las alturas del poder empresarial y
político de la derecha y que, por lo descubierto en su teléfono, ha puesto en
vilo la institucionalidad.
Puro trigo para la santurronería de
los republicanos, quienes se ufanan, igual como lo ha hecho la ultraderecha en
todo el mundo, de permanecer impolutos frente a la corrupción que corroe al
resto del sector y a parte del sistema político. Los escándalos protagonizados
por alcaldes de RN y la UDI, por ahora, no han logrado hacer mella de Mathei
pero es una carta bajo la manga que los republicanos van a sacar en algún
momento.
Financiamiento ilegal; cohecho;
soborno y promiscuidad en las relaciones entre empresas, partidos, Parlamento y
en su momento, el gobierno de Sebastián Piñera, no han sido olvidados por la opinión
pública y llegado el momento, le van a pesar a la alcaldesa de
Providencia.
Ella sostuvo que sería un suicidio
llegar con dos candidatos de derecha a la primera vuelta de las próximas
elecciones presidenciales, la crónica de una derrota anunciada en segunda
vuelta. Lo único que no dijo es cuál sería su opción llegado el caso de tener
que decidir entre un candidato de izquierda y uno de ultraderecha o
derechamente fascista. Y no lo hizo porque la respuesta es obvia. La derecha
tradicional, el piñerismo, comparte valores, concepciones de la economía y lo
social con los republicanos, que ambos han logrado disimular hasta ahora, y que
esperan seguir ocultando hasta las próximas elecciones presidenciales.
Pero la oposición del piñerismo a la
reforma tributaria; a la reforma previsional y su defensa de las AFP¨s y de las
ISAPRES; su justificación de las violaciones a los DDHH cometidas durante la
rebelión popular de octubre del 2019 así como antes la defensa de la impunidad
de los criminales de la dictadura de Pinochet, le ha dejado abierta una grieta
al neofascismo por la cual infiltrarse y legitimarse como parte del sistema
democrático, “conservadores” tolerables para el liberalismo noventero.
Ante el emplazamiento de la
ministra del trabajo a los empresarios para que paguen más, reaccionaron todos
al unísono, el piñerismo, el neofascismo republicano y el batallón de
economistas ensoberbecidos por la ideología neoliberal para justificar los
bajos salarios, la desigualdad y las obscenas tasas de ganancia de los grupos
económicos gracias a la tercerización. Un ejemplo evidente de cuáles son el
tipo de alineamientos políticos vigentes y las razones que los motivan.
Por esa razón insistir en lograr a
acuerdos con ellos es de un surrealismo supino. No sólo porque como demuestra
el reciente incidente del senado, la derecha no está ni ahí con alcanzar
alguno, sino porque seguir insistiendo en ellos, es seguir abriendo esa brecha
por la cual se ha infiltrado la ultraderecha todos estos años.
La derecha se ha comportado durante
mucho tiempo y se ha hecho evidente en las últimas semanas a propósito del caso
Hermosilla, como una verdadera mafia. La inspiran valores y fines que se basan
en la avaricia, el afán de lucro, y la avidez de ganancias fáciles y rápidas,
que después se proyectan en una concepción de la sociedad y del Estado
convertidas en políticas públicas que van a regir las vidas de todos y todas.
Por esa razón la disputa con la
derecha es una disputa ideológica y moral. Ensombrecer el límite que la separa
de los demócratas y progresistas es parte de su estrategia. La defensa del
sofisticado sistema de abusos, exclusiones y defensa de privilegios presentados
como intereses de toda la sociedad, unen a las oposiciones, desde demócratas a
republicanos. La reciente experiencia argentina demuestra a las claras, que esa
es finalmente su propósito, sea quien sea quien la represente y todo indica que
lo más seguro es que la tradicional, termine de vagón de cola de su versión
ultra. Las palabras de Matthei lo demuestran.
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