Jean Dubuffet. Le comerce prospere. 1961 |
En las últimas semanas, los acontecimientos se han precipitado, dando lugar
a la rápida maduración de una nueva correlación de fuerzas en el país. La
derecha es la que ha avanzado quizás más rápido. La disputa por la hegemonía
del sector, ha dado lugar a una lucha poco fraterna y de abierta confrontación
en la que los partidos tradicionales y la derecha más radical, barren con todo
lo que no se adapte a sus requerimientos. Los independientes y los “centroalgo”
han sido rápidamente desechados en el diseño de su estrategia, tendiente a la
defensa de lo más ortodoxo del neoliberalismo y el Estado policial.
Lo más interesante en el marco de esta nueva situación tal vez sea el
debate de la izquierda, aun con todo lo remolón que a veces parece comparado
con el sentido de urgencia que le imprime la derecha al suyo. Los procesos de
debate al interior de sus partidos, los procesos de unidad que protagonizan,
por primera vez en años -quizás décadas- tienden a puntos similares, aunque sea
más lento de lo aconsejable o de lo necesario, incluso.
El sentido de urgencia a la tarea de enfrentar a la ultraderecha que avanza
en todo el mundo y que pone en riesgo los logros de la humanidad tras la derrota
del fascismo en el siglo XX y las conquistas del Estado de Bienestar expresados
en sistemas previsionales demolidos por el capital financiero, disminución de
la participación de los salarios en el PIB y de los sindicatos en la política,
se plantea en sus manifiestos y congresos con más o menos radicalidad. Su integración
de la doctrina de los Derechos Humanos como una conquista civilizatoria en sus
programas, a la que se suman recientemente el reconocimiento de las
diversidades sexogenéricas y la defensa del medioambiente ante las amenazas de
la intolerancia y la discriminación y del cambio climático, están presentes
también en sus debates y documentos.
El desarrollo de la industria, de estrategias soberanas de desarrollo y el
uso progresista y sostenible de la tecnología en el marco del retroceso de la
globalización neoliberal y el impulso de la movilización social y de la opinión
pública en diferentes formas, empieza a expresarse como parte de su estrategia
y su táctica. Esa es la razón para que el socialismo sea nombrado, debatido y
planteado como horizonte político y de sentido que debiera movilizarla, aunque
en forma incipiente y desvinculado aún de la conformación de sujetos sociales
que lo encarnarían.
En este proceso de configuración de una izquierda que se plantea el
problema del poder en el siglo XXI para defender a la humanidad del avance de
la reacción; la construcción de una nueva sociedad, poniendo al pueblo en el
centro de su política es también un dato nuevo. Una izquierda más amplia y
diversa tal vez que la del siglo XX pero que también, y quizás por esa misma razón,
avanza más lento de lo deseable hasta ahora. El avance del neofascismo de los republicanos,
sin embargo, está fagocitando rápidamente a la derecha tradicional,
introduciendo fracturas en su interior y es lo que marca el ritmo de la
política. Pero al mismo tiempo, genera mejores condiciones para enfrentarla en
este momento, luego detenerla y plantearse una auténtica transformación de la
sociedad en el mediano plazo.
La ultraderecha en toda América ha mostrado su faz más violenta; más
irrespetuosa del derecho; más chabacana y clasista. Millei, Noboa, Boluarte, Bolsonaro
y los republicanos son la expresión de la bajeza moral y cultural a la que ha
arrastrado a la humanidad el neoliberalismo con su prédica individualista,
codiciosa y usurera que la mantiene prisionera en una espiral de deudas,
pobreza, violencia y desesperanza y permanentemente a punto de expresarse como
estallido social. Hasta los derechistas lo dicen en tono lastimero.
Por cierto, es mucho lo que debe debatir la izquierda, incluido un PDC que sin
perder su identidad se está haciendo un lugar en el concierto de las fuerzas
populares y progresistas que es al que siempre perteneció por su composición
social y por su historia. Lo primero en todo caso, es plantearse las tareas
inmediatas. Reconstruir un tejido social que junto con los partidos y
colectivos progresistas y de izquierda retome la iniciativa política y ponga
las transformaciones sociales y políticas a la orden del día. No es momento de
dormirse en los laureles.
No se puede apurar al ganado flaco, pero tampoco postergar los cambios para
el día en que haya mejores condiciones.
A veces da la sensación de que el discurso unitario tiende a transformarse en un fetiche. Y uno no puede sino preguntarse como iniciado en estas cosas, unidad para qué?. Miro por ejemplo el valioso ejemplo del Ministro de Educación que ha sepultado, por fin alguien lo hace, la funesta política de los SLEP. Y entonces me pregunto de nuevo, ¿querrán los jóvenes padres de esa política social, aunque yo la calificaría más como ingeniería social, caminar junto al Ministro que sepultó a su hijo? Hay en el mundo una discusión muy interesante sobre cómo detener a la ultra derecha, no es única ni exclusiva del continente, y una de las cosas en que hay algún consenso, es que no se trata de avanzar todos juntos sino en golpear juntos aunque se marche separados. Portugal es un buen ejemplo de aquello. Aquí el PSP (Partido SOcialista de Portugal) anunció al termino de las elecciones, que no se opondría a un gobierno de centro derecha y que incluso prestaría sus votos, siempre y cuando VOX (el símil de Republicanos) no entrara al gobierno.
ResponderEliminarAsí que antes de marchar con nadie, me gustaría saber para dónde van. De otro modo, preferiría marchar separado pero golpear juntos.