Marinus van Reimaesrwale. El recaudador de impuestos. 1542 |
En 1987, en una de sus típicas improvisaciones pronunciadas
con esa voz nasal y desagradable que lo caracterizaba, rodeado de su séquito de
acólitos entre los que destacaban Coloma, Chadwick, Lavín, Longueria, Cardemil,
violadores de los Derechos Humanos, nuevos ricos como su yerno Ponce Lerou y un
empresariado variopinto que sacó ventaja de las políticas implementadas por el
entonces joven ministro de hacienda Hernán Büchi, Pinochet realizó una de sus
más profundas profecías: "haré propietarios y no proletarios".
Por cierto, el cumplimiento de esta tuvo un costo social
enorme, el que se expresaba en cifras de pobreza que bordeaban en 40% al
culminar su dictadura. Tampoco fue, como presumía el filósofo pop del neoliberalismo
Joaquín Lavín en ese entonces, producto de una revolución silenciosa consistente en la aplicación de una acertada
política económica. Ni tampoco, como se sostuvo por décadas, gracias a la
arquitectura institucional inteligentemente concebida e implementada por Jaime
Guzmán y un par de ideólogos más de la
dictadura.
La una y la otra son el resultado de la violación
sistemática de los Derechos Humanos; la persecusión y aniquilamiento del
movimiento sindical; la censura y la proscripción del pensamiento y las
opiniones opositoras, lo que llegó a expresarse en el medieval artículo 8° de
la Constitución del 80 o del 24 transitorio que legalizaron la persecución y el
aniquilamiento de la izquierda. En realidad, la dictadura y la derecha no
hicieron ninguna gran obra, excepto el genocidio del pueblo chileno.
Hoy en día, emerge entre las ruinas de oropel de su obra,
esa concepción del hombre de Pinochet, que lo convierte en un individuo que
mezquina las migajas que el sistema le permite. La industria de las AFP´s
colocaron en la boca de sus testaferros
el lema "con mi plata no", consecuencia de la sentencia pinochetista
y que sería, según sugirió José Piñera en una reciente intervención realizada
en Argentina -epicentro de la reacción y cabeza de playa de la política de la
derecha norteamericana en América Latina-, la que habría definido el resultado
del plebiscito constitucional posterior a la Convención Constitucional y la
habría garantizado el triunfo a la derecha.
Un triunfo cultural ciertamente, producto de la represión y
el control del Estado que los empresarios, especuladores y prestamistas, han
tenido por décadas. Producto de una batalla cultural que se libra en todos los
ámbitos de la vida social y política. En los medios, en el sistema educacional;
en la movilización de las organizaciones sociales y ciudadanas por el
cumplimiento de sus reivindicaciones y
en el Estado y las instituciones.
Es precisamente la batalla que debiera definir en el mediano plazo la dirección
en que se resolverá la crisis política e institucional que tiene crujiendo al
país y en la actualidad, colgando en la incertidumbre. Situación de la que la
ultraderecha saca ventaja; que está determinando el hundimiento definitivo de
lo que queda de los representantes de la democracia de los acuerdos pero que no
necesariamente garantiza el éxito de quienes luchamos por la transformación del
modelo neoliberal.
De hecho, es esperable que esta situación sea aprovechada
por sus sostenedores para provocar la irrupción de un centro radical que la
posponga indefinidamente en medio de espasmódicos estallidos de descontento
social. Va a ser definitoria, por lo tanto, la movilización de la opinión
pública; de las organizaciones sociales y sindicales para presionar en el
sentido de la realización efectiva de las reformas impulsadas por el gobierno
en educación, pensiones y negociación colectiva, y que le ponga músculo y
contenido a las candidaturas de la izquierda, que según sugieren recientes
encuestas, con todo lo relativo e interpretables que son, tienen buenas
posibilidades tanto en las elecciones locales como en las próximas
presidenciales.
La reforma cultural y el triunfo de los que luchamos por más
democracia, más justicia social, más igualdad, más libertad y autonomía social y
personal pasa necesariamente por la lucha contra la ideología reaccionaria y
proempresarial que se oculta tras el lema "con mi plata no". Por
desenmascarar su contenido de clase, que es la defensa de la propiedad de los
grandes consorcios a través de la apropiación mensual de parte de los salarios
de trabajadores y trabajadoras, a los que se hace creer que su humilde
propiedad secuestrada por las AFP´s es equivalente o similar a la de sus
dueños. Es el carácter de clase de la propiedad en el sistema neoliberal lo que
está en disputa, no solamente su disponibilidad.
Es una lucha que se desarrolla en este momento en forma
preferente en el Parlamento como si sindicatos y organizaciones sociales no
tuvieran nada que decir al respecto. De esa manera, lo que es un debate
cultural se presenta como una cuestión técnica o en el mejor de los casos, como
un asunto de sus presuntos representantes políticos. Así las cosas, lo más
probable es que la derecha va a poder seguir posponiéndola eternamente y las
AFP´s incrementando su fondo multimillonario, fondo con el que financia los
negocios de un puñado de magnates y que fundamentan su hegemonía política,
social y cultural sobre el resto de la sociedad.
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