La bajada de Allamand
Cabezas de ajusticiados. Theodore Guericault |
La historia de candidaturas
presidenciales que se suben y se bajan en la derecha, ya tiene el aspecto de comedia.
La aparente bufonada que protagoniza hace semanas, demuestra su total fracaso.
La bajada de Longueira, el último capítulo de esta comedia, fue rápidamente
seguida de la bajada definitiva de Allamand, aunque a estas alturas no se sabe
si en la crisis de la derecha haya algo definitivo o se va a seguir hundiendo y
retorciendo en medio de su decadencia.
En efecto, si la bajada de
Longueira, representó la derrota de los restos del pinochetismo, la bajada de Allamand, lo fue
de la incapacidad de los autodenominados liberales de ser la dirección de la
derecha. Resultó patético el espectáculo que dieron Espina, Chahuán, Lily
Pérez, Karla Rubilar y el resto del espectro “liberal” poniéndose tempranamente
a disposición de una candidatura de unidad de su sector, tras una de las
figuras más fanáticas de la ultraderecha, como Evelyn Matthei. De nada
sirvieron, aparentemente, los esfuerzos de los representantes de la
aristocracia criolla, como Carlos Larraín y el Cote Ossandón. La UDI, una vez
más, fagocitó a RN –pese a sus dos derrotas consecutivas- y dejó en claro que
decir “derecha liberal”, es como hablar de la cuadratura del círculo.
A estas alturas del partido,
puede resultar ocioso preguntarse si hubo alguna vez “derecha liberal” o
“derecha democrática” o sólo hay y siempre ha habido una derecha reaccionaria y
oportunista. Lo que en principio ha quedado claro estos días, es que la UDI, la
ultraderecha, el fundamentalismo católico, aliado del neoliberalismo, en todo
momento de estos veintitrés años desde el retorno de la democracia, logró poner
de rodillas a RN. E incluso que logró hacerlo en uno de sus momentos de mayor
debilidad.
¿Para qué preguntárselo entonces?
La candidatura de Evelyn Matthei probablemente va a ordenar a la derecha en el
corto plazo. Ello pues va a hacer de esta
elección presidencial, la lucha por la defensa a todo evento del repertorio
cavernario de la reacción, los empresarios, los
conservadores y los violadores de los Derechos Humanos. Va a haber
muy poco “liberalismo” en su repertorio
de propuestas, pese a las palabras de buena crianza y declaraciones unitarias
de los dirigentes de la UDI que han acompañado esta imposición brutal de la
candidatura de Matthei.
Uno de los factores más
importantes en la definición del carácter y dirección que tuvo el proceso de
transición a la democracia en nuestro país, se debate en su crisis de dirección
y se atrinchera en la defensa de intereses de clase pero definitivamente no
tiene nada que proponer. En el último tiempo pasó de ser la que determinaba la
agenda política, económica y cultural, a una posición defensiva. No hay, no se
ve por ninguna parte, relevo posible. Y esto no se refiere a nombres o rostros
nuevos, como declaró tan cándidamente el MEO.
Se trata de que la derecha no
tiene una propuesta, como no sea continuar destruyendo el medioambiente,
abusando de los consumidores, sobreexplotando a los trabajadores, privatizando
lo poco que queda por privatizar; restringiendo las libertades públicas e
individuales. Nada muy creativo por cierto.
Todo lo contrario de lo que
reclama la sociedad y los ciudadanos y ciudadanas del país. Reformas urgentes
al sistema de pensiones, el que muy
sueltos de cuerpo han reconocido sus defensores no garantiza una vejez digna a
trabajadores y trabajadoras. Educación pública gratuita y de calidad en todos
sus niveles. Recuperación de las riquezas básicas para el país y reforma tributaria
para financiar estas y otras medidas que el próximo gobierno deberá tomar
también en salud y vivienda, cultura y comunicaciones. Y la madre de todas las
batallas, el cambio de la Constitución de Pinochet mediante un mecanismo
democrático y participativo, que es la Asamblea Constituyente.
De manera que lo quieran o no los
liberales; los devotos de los consensos; las viudas de la transición pactada; la
situación política con la defenestración de Allamand y el desembarco de la
Matthei se polariza indefectiblemente. No es el momento de ponerse a discutir
los principios del programa de la Nueva Mayoría. Las ideas de nuestro programa
provienen de las luchas del movimiento social, de las ansias de cambio que se
debaten en nuestra sociedad y que la institucionalidad política se encarga de
amordazar y ahogar. La alianza fundamental es, debe ser, entre partidos
progresistas, candidatura presidencial de la Nuevas Mayoría y movimiento
social.
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